El asunto de ahora es meramente organoléptico. El agua, la sensación de agua es bien fácil de identificar, pero es difícil interpretarla y concebir nuevos estímulos con que podamos hacer entender esa idea.
En una ocasión, en el equipo creativo del que formo parte pensábamos en ideas para agua de manantial y nos dimos cuenta lo complicado que es transmitir esas sensaciones con argumentos interesantes. En ese proceso descubrimos que esos aspectos que hacen más deseable e ideal al agua se trataban más de reminiscencias sutiles, que de representaciones exactas, esas pequeñas diferencias en el sentido que evocan mejor a experiencias frescas, como cuando uno dice que va a tomar una ducha en lugar tomar un baño.
¡Hombre! De lo que quiero hablar es de esa sensación tan conocida de que a todos nos produce bienestar, esa sensación como de vacaciones, medio playera, medio de balneario, como de... ¡fresh, splash! Ese azul turquesa que vemos cuando escuchamos steeldrums o ese saborcito que aparece en la boca cuando escuchamos el tema de La Sirenita. Porque el perfume, el juego y el taco transmiten esa sensación de forma especial y agradable, por eso quiero hablar de ellos.
En una ocasión, en el equipo creativo del que formo parte pensábamos en ideas para agua de manantial y nos dimos cuenta lo complicado que es transmitir esas sensaciones con argumentos interesantes. En ese proceso descubrimos que esos aspectos que hacen más deseable e ideal al agua se trataban más de reminiscencias sutiles, que de representaciones exactas, esas pequeñas diferencias en el sentido que evocan mejor a experiencias frescas, como cuando uno dice que va a tomar una ducha en lugar tomar un baño.
¡Hombre! De lo que quiero hablar es de esa sensación tan conocida de que a todos nos produce bienestar, esa sensación como de vacaciones, medio playera, medio de balneario, como de... ¡fresh, splash! Ese azul turquesa que vemos cuando escuchamos steeldrums o ese saborcito que aparece en la boca cuando escuchamos el tema de La Sirenita. Porque el perfume, el juego y el taco transmiten esa sensación de forma especial y agradable, por eso quiero hablar de ellos.
L’eau par Kenzo Homme EDT
Hablar de agua y frescura en la perfumería es casi un cliché, es hablar de bergamota y toda clase de cítricos, de frutas, de menta y vetiver. Una cantidad importante de productos viene de este criterio.
Vetiver de Guerlain, Davidoff Cool Waters, Acqua de Gio y L’Eau d’ Issey destacan y a la vez son lugar común porque han definido el concepto de frescura en la industria de las fragancias, impactando, incluso el aroma de los jabones que hoy compramos en el súper. ¿Por qué entonces hablar de L’eau par y no de alguno de estos?
Este eau de toilette ha sido pensado desde un principio como una interpretación del propio Kenzo Takada acerca del agua, que en su concepción, simboliza la riqueza, la juventud, pureza, vitalidad y el infinito, la fragancia para él debía representar la intemporalidad de esta sustancia.
No estoy seguro de si el nariz Oliver Cresp transmita tantas virtudes espirituales que el señor Kenzo tenía en mente, pero en cuanto a las más físicas, me parece bien conseguido. L’eau par es un aroma fresco, sin ser descaradamente cítrico, es diáfano y natural, tiene el poder de evocar momentos en que hayamos estado muy a gusto cerca del agua, en un verano, en la playa quizás, o chapoteando una alberca, incluso a lado de un humilde vaso con hielos.
Su pirámide está compuesta por el cítrico yuzu, lima y hoja de Ho en la cabeza; flor de loto, menta y nota ozónica en el corazón; almizcle blanco y pimienta en la base.
Una de las causas que despierta las asociaciones mencionadas, es esa nota ozónica en su corazón. Las notas ozónicas se relacionan con algas marinas; es su sensación y no su olor, lo que percibimos dentro de los perfumes que las tienen, de ahí su capacidad para recordarnos la brisa marina y en consecuencia, generar una sinestesia olfativa del agua.
L’eau par tiene pocas pretensiones en lo emocional, es decir, no se percibe que apele a alguna clase de pasión o rasgo de la personalidad, y apenas un leve toque de almizcle blanco le confiere cierta humanidad, lo cual es bueno, si se trata de una fragancia que quiere contarnos del agua, pero cuando me me di cuenta de lo bien ejecutado que está este concepto, fue cuando vi que el envase representa las ondas del agua, como si fuera una disección de una superficie acuática ¡nice!
L’eau par sí es “el agua por Kenzo”.
Hablar de agua y frescura en la perfumería es casi un cliché, es hablar de bergamota y toda clase de cítricos, de frutas, de menta y vetiver. Una cantidad importante de productos viene de este criterio.
Vetiver de Guerlain, Davidoff Cool Waters, Acqua de Gio y L’Eau d’ Issey destacan y a la vez son lugar común porque han definido el concepto de frescura en la industria de las fragancias, impactando, incluso el aroma de los jabones que hoy compramos en el súper. ¿Por qué entonces hablar de L’eau par y no de alguno de estos?
Este eau de toilette ha sido pensado desde un principio como una interpretación del propio Kenzo Takada acerca del agua, que en su concepción, simboliza la riqueza, la juventud, pureza, vitalidad y el infinito, la fragancia para él debía representar la intemporalidad de esta sustancia.
No estoy seguro de si el nariz Oliver Cresp transmita tantas virtudes espirituales que el señor Kenzo tenía en mente, pero en cuanto a las más físicas, me parece bien conseguido. L’eau par es un aroma fresco, sin ser descaradamente cítrico, es diáfano y natural, tiene el poder de evocar momentos en que hayamos estado muy a gusto cerca del agua, en un verano, en la playa quizás, o chapoteando una alberca, incluso a lado de un humilde vaso con hielos.
Su pirámide está compuesta por el cítrico yuzu, lima y hoja de Ho en la cabeza; flor de loto, menta y nota ozónica en el corazón; almizcle blanco y pimienta en la base.
Una de las causas que despierta las asociaciones mencionadas, es esa nota ozónica en su corazón. Las notas ozónicas se relacionan con algas marinas; es su sensación y no su olor, lo que percibimos dentro de los perfumes que las tienen, de ahí su capacidad para recordarnos la brisa marina y en consecuencia, generar una sinestesia olfativa del agua.
L’eau par tiene pocas pretensiones en lo emocional, es decir, no se percibe que apele a alguna clase de pasión o rasgo de la personalidad, y apenas un leve toque de almizcle blanco le confiere cierta humanidad, lo cual es bueno, si se trata de una fragancia que quiere contarnos del agua, pero cuando me me di cuenta de lo bien ejecutado que está este concepto, fue cuando vi que el envase representa las ondas del agua, como si fuera una disección de una superficie acuática ¡nice!
L’eau par sí es “el agua por Kenzo”.
Wave Race 64 de Nintendo para Nintendo 64
Este título fue uno de los primeros del Ninendo 64 que pude jugar hasta cansarme, por lo que en mi memoria se produjo una grabación profunda de la experiencia... y cada vez que la busco en mi cabeza, surge una sensación de frescura acuática. ¿Habrán sido los colores? ¿la música? ¿el simple tema de las motos Jet Sky? Creo que sí, en parte, pero el factor que hace que en este juego uno sienta agua, es la propia agua.
Shigeru Miyamoto, quien estuvo en el diseño, alguna vez mencionó que esta creación logró ocupar casi el 100% de la capacidad de la consola, y al ver la calidad del agua no cabe duda de esto. Su física determina por completo la experiencia del juego, es casi como si hubieran dicho “oye, tenemos una programación de agua muy buena ¿qué crees que se pueda hacer con ella?”
Este título fue uno de los primeros del Ninendo 64 que pude jugar hasta cansarme, por lo que en mi memoria se produjo una grabación profunda de la experiencia... y cada vez que la busco en mi cabeza, surge una sensación de frescura acuática. ¿Habrán sido los colores? ¿la música? ¿el simple tema de las motos Jet Sky? Creo que sí, en parte, pero el factor que hace que en este juego uno sienta agua, es la propia agua.
Shigeru Miyamoto, quien estuvo en el diseño, alguna vez mencionó que esta creación logró ocupar casi el 100% de la capacidad de la consola, y al ver la calidad del agua no cabe duda de esto. Su física determina por completo la experiencia del juego, es casi como si hubieran dicho “oye, tenemos una programación de agua muy buena ¿qué crees que se pueda hacer con ella?”
El piloto tiene una ruta fija, pero la superficies son completamente multiformes, uno no se desliza sobre ellas sino va surcándolas, el agua viene en olas caprichosas y nos hacen saltar, desviarnos o mecernos en esta, si permanecemos estáticos. Es increíble cómo uno puede sentir sumergirse en el agua de acuerdo a la fuerza con que la moto tiene contacto con superficie y de inmediato, esta misma masa de agua rebota la moto a flotar, uno asimila esto como un comportamiento muy natural y entonces rápidamente se instala la idea de estar interactuando con el líquido.
Actualmente podemos ver agua mucho mejor animada, con un aspecto más realista, incluso mucho más “acuático” que el del agua real, por ejemplo en Bioshock 2 o Halo 3, sin embargo, pocos juegos nos han dado la oportunidad de SENTIR el agua y en este aspecto, Wave Race 64 impuso un standard que ni su propia secuela del Gamecube logró superar.
El juego fue dirigido por Katsuya Eguchi, por lo que no es coincidencia que esta experiencia de agua se reproduzca en algunos mini-juegos de Wii Sport Resort, ya que él lidera el grupo 2 de Nintendo Entertainment Analysis and Development que se encarga de las “series Wii”.
Actualmente podemos ver agua mucho mejor animada, con un aspecto más realista, incluso mucho más “acuático” que el del agua real, por ejemplo en Bioshock 2 o Halo 3, sin embargo, pocos juegos nos han dado la oportunidad de SENTIR el agua y en este aspecto, Wave Race 64 impuso un standard que ni su propia secuela del Gamecube logró superar.
El juego fue dirigido por Katsuya Eguchi, por lo que no es coincidencia que esta experiencia de agua se reproduzca en algunos mini-juegos de Wii Sport Resort, ya que él lidera el grupo 2 de Nintendo Entertainment Analysis and Development que se encarga de las “series Wii”.
Taco de camarón a la parrilla. Una pena que lo haya fotografiado con mi viejo teléfono.
Taco de camarón a la parrilla de El Sirenito Blu
No hallo modo de ser breve con la reseña de este taco, quisiera enfocarme en describirlo solamente, pero sería una deslealtad a los creadores y a mi gusto por la buena comida contenerme toda la experiencia alrededor de este extraordinario taco.
Hace muchos años en un local cerca del lugar donde trabajaba conocí los fish tacos estilo Baja California gracias al Sirenito. Un estilo muy agringado de tacos, tan agringado como todo en Baja California, pero sin dejar de ser de acá. El taco consiste en pescado o camarones rebozados, acompañados de col y mayonesa de chipotle o simple, sobre una tortilla de harina.
Pronto yo y muchos de los que trabajábamos en Cleméte Cámara & Asoc. nos convertimos en adeptos del Sirenito, entonces, pasando el tiempo, sucedió algo muy feo que a los humanos nos sucede con las buenas cosas de la vida; nos acostumbramos a ellas y nos olvidamos de lo afortunados que somos por tenerlas al alcance.
Yo dejé de trabajar en esa empresa, volví una vez solamente y en algún momento, el Sirenito dejó de existir, dejándome con un antojo de su comida que creí perpetuo, como si fuera yo el Tántalo de los fish tacos. La vida comenzó a ser gris y mezquina, bueno... no, pero sí se me antojaban mucho y no sabía donde podría encontrar unos así que no fuera en Ensenada.
Pasaron muchos años, probé muchos tacos de pescado de muchos estilos, encontré varios muy buenos, pero aún añoraba encontrarme con un sabor similar al del Sirenito y hace poco me encontré con un negocio en la Nápoles que vende tacos de pescado y camarón rebozado, los vi tan parecidos que me entusiasmé creyendo que al fin dejaría de buscar, pero al probarlos topé con pared, eran mediocres y sosos. El sabor de mis anhelados fish tacos solo era asequible en mi memoria.
Dos buenos amigos que también tuvieron la dicha de conocer el Sirenito me dijeron que había un Sirenito en la Condesa, me llené de júbilo y me propuse visitarlos lo más pronto posible. Llegué al Sirenito Blu, que es como se llama ahora. Es uno de esos lugares donde los amantes de los tacos desconfiamos por su apariencia pulcra y bonita. Una encantadora señora me entregó la carta y encontré el objeto de mi añoranza, los tacos Ensenada de pescado y camarón en medio de otras opciones que nunca habían existido en el Sirenito original, como el Taco Sirenito de camarón a la parrilla con chicharrón, longaniza y salsa morita, el cual también ordené pues lleva comprometido el nombre del local.
Antes de que llegara mi orden pregunté si este negocio tenía que ver con el Sirenito que estuvo en la colonia San José Insurgentes, el dueño del lugar me escuchó y me contó que ese era de un amigo que ahora vive en Playa del Carmen y que él tomó el concepto y el nombre para volver a hacer tacos de mariscos.
No hallo modo de ser breve con la reseña de este taco, quisiera enfocarme en describirlo solamente, pero sería una deslealtad a los creadores y a mi gusto por la buena comida contenerme toda la experiencia alrededor de este extraordinario taco.
Hace muchos años en un local cerca del lugar donde trabajaba conocí los fish tacos estilo Baja California gracias al Sirenito. Un estilo muy agringado de tacos, tan agringado como todo en Baja California, pero sin dejar de ser de acá. El taco consiste en pescado o camarones rebozados, acompañados de col y mayonesa de chipotle o simple, sobre una tortilla de harina.
Pronto yo y muchos de los que trabajábamos en Cleméte Cámara & Asoc. nos convertimos en adeptos del Sirenito, entonces, pasando el tiempo, sucedió algo muy feo que a los humanos nos sucede con las buenas cosas de la vida; nos acostumbramos a ellas y nos olvidamos de lo afortunados que somos por tenerlas al alcance.
Yo dejé de trabajar en esa empresa, volví una vez solamente y en algún momento, el Sirenito dejó de existir, dejándome con un antojo de su comida que creí perpetuo, como si fuera yo el Tántalo de los fish tacos. La vida comenzó a ser gris y mezquina, bueno... no, pero sí se me antojaban mucho y no sabía donde podría encontrar unos así que no fuera en Ensenada.
Pasaron muchos años, probé muchos tacos de pescado de muchos estilos, encontré varios muy buenos, pero aún añoraba encontrarme con un sabor similar al del Sirenito y hace poco me encontré con un negocio en la Nápoles que vende tacos de pescado y camarón rebozado, los vi tan parecidos que me entusiasmé creyendo que al fin dejaría de buscar, pero al probarlos topé con pared, eran mediocres y sosos. El sabor de mis anhelados fish tacos solo era asequible en mi memoria.
Dos buenos amigos que también tuvieron la dicha de conocer el Sirenito me dijeron que había un Sirenito en la Condesa, me llené de júbilo y me propuse visitarlos lo más pronto posible. Llegué al Sirenito Blu, que es como se llama ahora. Es uno de esos lugares donde los amantes de los tacos desconfiamos por su apariencia pulcra y bonita. Una encantadora señora me entregó la carta y encontré el objeto de mi añoranza, los tacos Ensenada de pescado y camarón en medio de otras opciones que nunca habían existido en el Sirenito original, como el Taco Sirenito de camarón a la parrilla con chicharrón, longaniza y salsa morita, el cual también ordené pues lleva comprometido el nombre del local.
Antes de que llegara mi orden pregunté si este negocio tenía que ver con el Sirenito que estuvo en la colonia San José Insurgentes, el dueño del lugar me escuchó y me contó que ese era de un amigo que ahora vive en Playa del Carmen y que él tomó el concepto y el nombre para volver a hacer tacos de mariscos.
Taco Ensenada de camarón.
Arriba: taco Ensenada de pescado. Abajo: Taco Sirenito.
Al fin llegaron mis tacos, los probé y eran como como en aquellos días, con esa misma sensación relajada, veraniega, ligera, esa misma sensación de querer estar en un hotel en la playa que venía a mi mente cuando los recordaba y aún mejor con la salsa de yerbabuena y serrano que ahora tienen, los acompañé con Orangina que ahí mismo ofrecen y resultó en un excelente maridaje para esta clase de tacos.
Siguió el taco Sirenito. Muy bueno, muy nuevo, es el camarón con sabor a D.F. resultado al combinarlo con esos elementos que tienen un gusto tan de acá, sobre tortilla de maíz. Pero estaba ese otro taco que llamó mi atención, el taco de camarón a la parrilla; bendito el momento en que sentí que todavía no estaba lleno, porque si no, no lo hubiera pedido. Enseguida llegó a mi mesa un tortilla de harina salpicada de color y una hilera de camarones marcados por la parrilla, decidí que la salsa también sería la de hierbabuena, añadí cuatro gotitas de limón, le di forma de taco al taco y lo mordí.
Desde el primer bocado pude saber que era excepcional, dejé el taco en el plato en ese mismo momento y me puse a pensar qué estaba sucediendo en mi boca, esto era inesperado. Si ya les parece que estoy exagerando, entonces debo exagerar aún más; la última vez que tuve una reacción así fue por un plato de Biko, el restarurante número 31 del ranking mundial de S. Pellegrino. Claro, no pretendo equipararlos como creación, sólo ilustrar de qué magnitud fue mi impacto.
Aunque el sabor no tiene mucho que ver, este taco tenía la misma sensación que buscaba en los fish tacos y aún más. El sabor de parrilla que vuelve al camarón más sexy, asociado con una clara alusión a ceviche que hacen el pepino, el jitomate y la cebolla morada; abajo, para que no olvidemos el punto de partida de Baja California, tortilla de harina y col; todo esto sellado por la frescura de la hierbabuena en la salsa. Este primer bocado era como una mordida de las vacaciones que no me he tomado, incluso más que los tacos Ensenada que me condujeron a él, por eso he decidido hacerlo titular de este tema, el del agua.
Fue una justa retribución por tanto tiempo de ausencia, salí del lugar y caminé por la Condesa con el sentimiento de que había comido mejor que toda la gente que veía en los restaurantes, probablemente era cierto.
El Sirenito Blu está en Pachuca 109 esquina con Montes de Oca y sólo abren de lunes a sábado de 10:00 a 18:00 horas.